domingo, 8 de agosto de 2010

Sumérgete en el mar 2010


A las 10 de la mañana nos personamos en el Thalasia los cuatro sirenos. Una manada de guiris locas se apelotonaba en la puerta, ansiosas por comenzar su sesión de aquagym. Nosotros, emocionados y ataviados con gorrito anti-lujurias, nos dirigimos a la primera parte de nuestro programa: Las piscinas marinas. ¡Qué de chorros, madre mía! ¡Qué de vibraciones y agitaciones! En cascada, en jacuzzi, en volcán, en acostao y en chorrete básico de los de toda la vida, pero con sabor a sal.

A las 11 entraban A y M a su masaje con limo marino, mientras C y yo nos quedamos a remojo. Media hora más tarde salía A con cara de gusto pero algo mosca por la tardanza de su novia. “Le ha debido de tocar payo masajista (jaja, me reía yo ingenua). Ah, y cuando estás bocabajo te ahogas un poco”. M sale que parece un anuncio de champú: “¡Yo lo recomiendo!”. Veo en nuestra ficha que los masajistas son Sonia y Dani. Dani es de Daniela, claro.

Allá que vamos C y yo, una a cada sala. Intento abrir la puerta de mi sala y encuentro a un tipo con una manguera “Espérese un momentito”. Ése, por supuesto, NO es mi masajista, es el que limpia. No puede ser que me toque a mí un tío y a M no... ¿o sí?
Un minuto después abre la puerta el mismo tío aireando un tanga en su mano izquierda y saludándome con la derecha. “Hola, soy Dani, su masajista, por favor póngase el tanga. La parte de arriba del bikini puede dejársela puesta si quiere”. Allí que me abandona, ¿qué hacer? ¿qué hacer? Me lo quito o no me lo quito. Estará acostumbrado, es su trabajo. Bah, paso, pasando de enseñarle las tetas al tío. A todo esto el tanga lleva volantes y me lo subo todo lo que puedo, no puedo estar más ideal.

Vuelve mi hombre y me tumbo en la camilla bocarriba, bajo seis chorricos de agua caliente. No estoy en absoluto relajada. Cierro los ojos. Dani me coge un pie, le pone barro y masajea los dedos y la planta. No hay cosa que más me irrite que el que me toquen los pies, que además me hace cosquillas, pero por alguna extraña razón lo llevo bien. Luego la pierna, luego el muslo, la ingle… pero lo llevo bien. Luego el otro pie… Ya me estoy relajando, pero pienso ¿y si me estoy perdiendo un masaje cojonudo por la mierda del pudor? Total, me está viendo prácticamente desnuda, ¿no? Demasiado tarde, supongo. Entonces me coge la mano, me masajea los dedos, la palma, luego el antebrazo, el codo, el brazo entero. Para cuando me coge la otra mano estoy a punto de soltarle un “Sí, quiero”, pero me contengo. Me doy la vuelta. “Con su permiso”, me desabrocha el bikini, y sin permiso, me baja el tanga. Hala, to lo que es culo. Dani tiene unas manos de ángel, o todo lo contrario, porque el masaje es endemoniadamente sexy. Que si cadera, cintura, espalda, cuello, que si agüica por aquí, agüica por allá. Estoy en la gloria bendita. Y no me ahogo, como decía A.

Salgo contenta, como nueva y mi piel está de un suave… Dani se despide de mí con un afectuoso apretón de manos.

La tercera parte de nuestro programa era el circuito marino que es, cuanto menos, entretenido. Primero duchita a dos temperaturas, luego te refrescas, luego sauna, luego te refrescas. Luego pediluvio, que consiste en dos piscinas paralelas alargadas con escalones y suelo de piedras, una de agua fría y otra de caliente. Has de recorrértelas, cuidándote los callos, cuatro o cinco veces. Tras el pediluvio, te refrescas, luego la estufa marina, te refrescas, y vas a la piscinita caliente de relajación. El nirvana.

Al salir nos cruzamos con Dani, mi Dani, que se despide más simpático que na. “Vaya una sonrisita te ha echao” me dice C. Y eso que al final no le enseñé las tetas.

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